Como la receta rindió mucho, como para dos roscas, una la hice para mi, para, entre huevito y huevito, poder comer un pedacito de rosca.
Generalmente hay una manera muy fácil de comer rosca: se le corta la parte de arriba, y más de uno agradecido por haber dejado una porción con poca masa y mucha crema.
Pero mi rosca no era apta para esta tarea: los rolls desbordaban pastelera desde adentro, y no quedaba un solo gramos de masa a salvo. Necesitaba otra solución si quería compartir un pedacito de rosca.
Una cosa lleva a la otra, y los rolls de pastelera me llevaron a los rolls de canela (sin canela, ...por lo menos chocolate y dulce de leche como!).
Y, recordando una deliciosa receta familiar belga de La Confiture, termine por hacer, con la masa de rosca sobrante, rolls de azúcar negra... A los que finalmente bañé con un glasé de manteca avellana que fue el detalle que les dio sabor y humedad, e hizo que comieran más de "mi" rosca que de la tradicional reversionada.
Parece que la primavera va a ser eterna este año, y si no es por una fecha especial, ni ganas de ponerse a trabajar con levadura y prender el horno... pero se que cuando finalmente llegue el frío, voy a volver a hacer estos pancitos!